La motivación


Hoy reflexiono sobre la actividad docente y su efectividad. Qué relación es la correcta entre exigencia y contenidos por una parte y motivación y amenización de la actividad por otra.

Como profesional siempre intento que el alumno saque el máximo rendimiento de todas las clases, que aprenda todo lo posible de mí, de lo que puedo observar y ayudarle a mejorar.
Para conseguir esta efectividad es necesario aprovechar cada minuto de la clase para que nada quede en el aire y, por supuesto, hay algunos momentos en los que se debe utilizar palabras de ánimo y alguna broma para alcanzar este fin.

Respecto a los contendidos ¿es preferible centrarse en el aspecto que más atención requiere y obviar los otros? ¿tratar todos los aspectos es demasiado?
  • ¿hasta qué punto se puede/debe alargar el tiempo de la sesión? En este caso, ¿cuanto?
  • ¿cómo saber el nivel de exigencia que cada alumno requiere? Poca exigencia llevará a un progreso demasiado lento, demasiada exigencia a que el alumno se colapse intelectualmente e incluso sienta impotencia y tristeza por lo que no ha logrado. Hay de hecho profesores que se jactan de forzar hasta el límite a sus alumnos para sacar lo mejor de ellos, pero, ¿demuestra ser lo mejor a la larga? 

Los niños aprenden y olvidan rápido,  por lo que está claro que debemos incluir en cada clase obligatoriamente repaso y nuevos contenidos. La planificación es importante, pero el tiempo de cada sesión es limitado y también la dedicación semanal del alumno (en muchas ocasiones sobrecargado de tiempo lectivo).

Para desarrollar una buena labor docente es de vital importancia ser un buen observador, tanto del alumno como de las familias, y tener una relación cercana y sincera con ambos.
A veces deberemos preguntar para hacernos una idea de lo que les hace falta, otras una simple mirada bastará para saber que estamos superando sus límites. Creo que el momento en que pasamos de observar a intervenir sólo se intuye con la experiencia, y que cada clase nos ayuda a ser mejores docentes, ya que cada alumno es una realidad particular y sus necesidades diferentes.
En las clases individuales de instrumento aplicar enfoques generales como norma no ayuda al alumno de la forma adecuada. Esta "manera adecuada" es un continuo cambio de nosotros mismos como personas y docentes y de los alumnos como personas y discentes. El conocerse mutuamente es esencial; eso y mantener una buena comunicación.

Todas estas reflexiones son buenos puntos de partida para mantener la motivación, y la mejor prueba de que está presente para mí son las miradas brillantes, alegres, emocionadas cuando se acaba una clase; es una sensación que difícilmente se puede expresar con palabras.
La experimentación con el ritmo y el sonido, con la música, en palabras de una alumna mía, "es la mejor terapia que he podido hacer". Quizás sea porque implica reflexionar sobre nosotros mismos y conocernos física y psicológicamente, a la vez que conocemos un nuevo lenguaje y un nuevo instrumento de expresarnos, y ello requiere grandes dosis de confianza, autoconocimiento y creatividad.
¿Qué mejor base para una buena autoestima? ¿no será quizás una persona que se realiza a diario, que se conoce mejor a ella y conoce otros lenguajes y realidades, que se expresa, una persona motivada?

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