Hay pocas cosas tan hermosas como observar a las madres y padres con sus hijos pequeños; cómo observan sus esfuerzos con afecto e interés.
No suelen interferir demasiado a no ser que necesiten ayuda, no critican ni se sienten decepcionados; simplemente advierten lo que ha ocurrido y, en todo caso, alientan al niño a que continúe progresando y explorando el mundo.
Jamás se les ocurriría desconfiar en sus progresos ni pensar que su hijo es torpe.
Sin darse cuenta, su yo nº2 actúa como una inteligencia silenciosa y no deja que la
desconfianza y arrogancia del yo nº1 interfiera.
Estas las madres son consciente de lo que pasa en el presente, sin juzgar ni pensar en pasado o futuro. No suelen hacer uso de órdenes innecesarias, críticas o tendencias controladoras, como pasa más adelante en la adolescencia; confían en la capacidad de tu hijo.
Estas las madres son consciente de lo que pasa en el presente, sin juzgar ni pensar en pasado o futuro. No suelen hacer uso de órdenes innecesarias, críticas o tendencias controladoras, como pasa más adelante en la adolescencia; confían en la capacidad de tu hijo.
Es importante para mantener esta esperanza en los hijos comprender la diferencia entre
dejar que ocurra (no intentas esforzarte ni controlar) y hacer que
ocurra. Para experimentar esa diferencia debemos observar sin pensar en éxito o fracaso, siendo conscientes de lo que ocurre en el aquí y ahora y observando imparcialmente (obviamente sí emocionalmente) los resultados.
Quizás si observamos las emociones que surgen cuando no somos capaces de cambiar aquello que deseamos, si no analizamos, si nos permitimos sentir... quizás podamos ser capaces de hacer sentir a nuestros hijos también.
Este estado de desacelaración mental da lugar a un máximo rendimiento y comprensión de la realidad. El
mejor desempeño surge cuando se está plenamente consciente pero no
llenos de pensamientos, cuando la mente está en silencio y calma. Entonces se está
plenamente inmerso en un flujo de energía que proporciona una plena
expresión del potencial para actuar, aprender y disfrutar.
No sería extraordinario poder transmitir a nuestros alumnos, a nuestros hijos, una manera de vivir la realidad desarrollando todo su potencial, viviéndola libres y conscientemente!
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