Las instrucciones verbales en la enseñanza, sobretodo si son demasiadas, demuestran tener claros inconvenientes:
- Interfieren en la capacidad de ejecución de una tarea
- Resultan arbitrarias, dado que una misma instrucción es interpretada de maneras diferentes según cada persona.
Nos han enseñado a confiar más en las formas conceptuales de aprender que usa el yo nº1 que en la forma experimental en que aprende el yo nº2. Este tipo de aprendizaje nos encamina de manera directa a la decepción, ya que nos darán o nos daremos una instrucción pero resultará que no refleja de la manera que esperábamos la acción deseada, la realidad.
Y no es de extrañar, porque es como si nos consideráramos más ordenadores que seres humanos. Hemos perdido nuestra conexión con el cuerpo, con la memoria física y emocional que almacena un conocimiento mucho más completo de la acción deseada.
Nuestra sociedad reconoce el lenguaje como una forma de representar la verdad, y ha perdido el contacto con la capacidad de sentir y recordar la realidad experimentalmente.
Nuestra sociedad ha desarrollado individuos que han perdido la confianza en sí mismos, y por tanto la posibilidad de alcanzar una verdadera excelencia. La pérdida del contacto con la capacidad para sentir nos ha llevado a una dependencia del lenguaje que menoscaba nuestro proceso de aprendizaje y potencial para actuar.
Por ello al evitar en la enseñanza las instrucciones verbales damos la oportunidad a los alumnos de observarse, de progresar sintiendo y entendiendo por sí mismo sin imponerles lo que tienen que entender o sentir.
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