Hoy he tenido la suerte de comenzar el día escuchando esta versión del Preludio y Allegro de Kreisler, interpretada por Samuel Tan, un niño de 8 años.
Escuchándole recordé las palabras de S.Suzuki que compara el proceso de aprendizaje de los niños con las semillas, con su potencialidad para crecer si tienen un entorno adecuado.
Y realmente en esta versión que interpreta Samuel no sólo podemos ver que este niño ha crecido y se está convertiendo en un buen violinista, sino que podemos intuir algo todavía más importante; su personalidad, su fuerza vital, su posición ante la música, su carácter.
Y siento en estos momentos que la música no sólo ejerce la función de formar músicos (ya sean amateurs o profesionales), sino también ayuda a formar buenas personas; personas que escuchan, que reflexionan, que sienten y que hacen sentir.
Quizás a la larga y con mucha suerte, como dijo Pau Casals, la música cambie el mundo!
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