Ningún padre se levanta por la mañana
pensando en hacer a su hijo infeliz, pero a pesar de las buenas
intenciones muchas veces la cosa acaba torciéndose. Ser padres es
una interminable serie de situaciones, conflictos y crisis repentinas
que nos obligan a dar respuestas que tienen unas consecuencias.
Queremos creer que nunca haremos daño a nuestros hijos, pero debemos aceptar que en
ocasiones les culparemos, les haremos avergonzarse, les
ridiculizaremos, amenazaremos, sobornaremos, etiquetaremos,
castigaremos o les daremos lecciones moralizadoras.
¿Porqué? Porque en ocasiones no seremos conscientes del poder destructivo de nuestras palabras.
De repente podremos encontrar palabras
de nuestros padres en nuestras bocas, palabras que no pretendíamos
decir en un tono que no pretendíamos tener. Y la tragedia de este
tipo de comunicación no residirá en que no queremos a nuestros
hijos, sino en una falta de consciencia y entendimiento.
Los padres y madres necesitamos una
forma especial de comunicarnos con nuestros hijos.
Imaginemos que un cirujano nos tiene que operar y nos dice “realmente no tengo formación como cirujano pero amo a todos mis pacientes y tengo mucho sentido común”. El amor y el sentido común no es suficiente; los padres, como los cirujanos, necesitamos aprender, especializarnos para ser competentes en nuestra profesión; criar a nuestros hijos. Y como el cirujano es preciso donde corta, los padres deben ser precisos y hábiles con el uso de las palabras y la comunicación. Un cirujano puede infligir heridas físicas, un padre emocionales.
Imaginemos que un cirujano nos tiene que operar y nos dice “realmente no tengo formación como cirujano pero amo a todos mis pacientes y tengo mucho sentido común”. El amor y el sentido común no es suficiente; los padres, como los cirujanos, necesitamos aprender, especializarnos para ser competentes en nuestra profesión; criar a nuestros hijos. Y como el cirujano es preciso donde corta, los padres deben ser precisos y hábiles con el uso de las palabras y la comunicación. Un cirujano puede infligir heridas físicas, un padre emocionales.
¿Y por donde empezamos? Con un lenguaje que respete los sentimientos de los otros, que no sea crítico con la manera en la que nos comportamos. Y curiosamente este es el tipo de comunicación que tenemos con los invitados y extraños. Si queremos que nuestros hijos sean humanos, seremos humanos con ellos, si queremos que sean educados no les trataremos de manera ruda, si queremos que sean ordenados no seremos desordenados.
Para ello necesitamos aprender métodos
para llegar a estos objetivos; los problemas concretos requieren
soluciones específicas; no sirve dar “más amor” o “más
atención” o “más tiempo”.
Este es un pequeño resumen de la introducción del libro
“Between parent and child”, un bestseller del Dr. Haim G. Ginott
que nos enseña a desarrollar nuestra inteligencia emocional, a ayudar
a nuestros hijos y no juzgarlos, a comunicarnos de manera respetuosa aplicando
- una disciplina sin amenazas,
sobornos, sarcasmos o castigos
- una crítica sin desprecio,
adulaciones ni juicios; una expresión de la ira sin herir
- una comprensión sin discutir sobre los sentimientos, percepciones y opiniones de los niños
- unas respuestas adecuadas que
permitan que los hijos confíen en nosotros y desarrollen su propia
autoconfianza.
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